sábado, 29 de octubre de 2016

Una Historia de Juventud

Una historia de juventud

4 de septiembre de 2010 a las 9:56
Era enero de 1968, y yo cursaba el último año de pre-universitario, en la escuela Julio A. Mella en la Habana. Me encontraba conversando en el patio, con un grupo de compañeros, cuando escuché, a una amiga, decirle a otra:
-Sabes lo que ha dicho Susana?
-No, respondió.
-Pues ahora le ha dado por los versos...No la soporto!
-Bueno, y eso que tiene de malo?
-Que ha ofrecido besar en la boca, a quien le recite un poema de un tal José...
-Por lo que me has dicho, debe ser José Angel Buesa, y te digo, que él escribe muy bien, le respondió
-Es que ella se cree la reina de la escuela!...
Y  no pude saber más, pues nos llamaron a filas. (era un pre militar, como casi todo en Cuba en esa época).
Más tarde me puse a pensar, en lo terrible que era la envidia, pues esa muchacha había hablado así, movida por ése defecto que ha causado tantos males, y que generalmente tiene su base en los celos.Recientemente habíamos estudiado en literatura, a Otelo de W. Shakespeare, y pensé utilizar el incidente, en una tarea de interpretación pendiente.
Pero por qué tendrían celos de Susana? Sencillamente porque era BELLA, era PRECIOSA. Aún hoy, a la distancia de más de 42 años, la recuerdo perfectamente.
Era Susana lo que se dice, una belleza perfecta. De estatura mediana o un poco más, tenía un cuerpo armonioso, lleno de curvas, por lo que todo los varones, la seguían con la vista cuando ella pasaba.Sobre sus bien torneados hombros, una cabeza erguida, coronada con una mata de sedosos cabellos color caoba, que hacían el marco ideal, para una cara digna de una diosa griega, donde se encontraban, los ojos verdes más brillantes que he visto en mi ya larga vida.Su voz era suave, bien timbrada, y si a todo lo anterior, agregamos que era además, sumamente inteligente, ya tenemos todos los ingredientes, para el caldo de cultivo donde crecen los celos y la envidia.En una ocasión, salía yo del aula, y tropecé con ella; le pedí disculpas y me percaté que se le había caído la goma de borrar, me incliné, más rápido que ella, y la tomé, pero tan cerca estuvieron nuestras cabezas, que pude percibir su olor, y qué olor! Ella gentilmente aceptó mis disculpas, y yo, azorado, no supe qué contestar. Compréndanme, ella era una muchacha poco común, pues en tres años, nadie podía señalarla con el dedo, pues no se le conocían amoríos (cosa rara en esa época), y la maledicencia, sobre todo de sus "compañeras", habían creado un sin número de rumores, de los "amantes" que tenía en la "calle", cosa que nadie pudo comprobar nunca, y que yo particularmente, nunca creí. Pero a pesar de todo, no podían negar que era una buena compañera, pues compartía su magra comida, con los que no tenían, y ayudaba a todo el que le pedía que le explicara algo de cualquier asignatura. Ese era el detalle que me faltaba decir :Tenía un corazón de oro.
       Así que me puse, discretamente, a investigar qué había de cierto, en lo dicho por aquella alumna, sobre Susana. Y como yo suponía, encontré mucha mentira, y nada sólido, sobre qué basarme para lanzarme en una aventura de incierto final...Pero no abstante, sí encontré, preguntándole a una compañera de aula de Susana, que era amante de la poesía, y fanática de José Angel Buesa. De modo que me dije: "no pierdes nada, con aprenderte, por lo menos, dos poemas de este autor, al contrario, ganas conocimientos", y así lo hice. Me aprendí de memoria, el Poema de la Despedida, y el del Renunciamiento, y comencé a practicarlos a solas.
      Pasaron unas semanas, y un día me encontré con Susana en un debate que se desarrolló, sobre literatura del Barroco español, y
la apoyé calurosamente, cuando intervino para defender la obra de Pedro Calderón de la Barca, sobre la de Francisco de Quevedo, y me di cuenta de que me había ganado su afecto, cuando me miró con sus hermosos ojos verdes, para agradecerme por mi solidaridad
con ella. Cuando salimos, ella me estaba esperando, y me dijo, con esa voz tan suave que tenía:
-Gracias, me sentía tan sola en medio de ese debate, que tu apoyo, fue como un bálsamo. A lo que yo respondí:
-No tienes por qué darme las gracias, era mi deber, pues me di cuenta, que todos querían congraciarse con la profesora de literatura.
-Tienes razón, yo también me di cuenta. Me contestó. Y seguidamente me dijo:
-Me doy cuenta de que te gusta la literatura...Le contesté:
-Por supuesto, es una de las formas más inteligentes y directas, de mejorar la cultura personal.
-Coincido contigo, yo también pienso así. Pensé que la oportunidad, la pintan calva, así que aproveché y le dije:
-Yo admiro la poesía cubana, sobre todo la de Martí, y de los contemporáneos, a Buesa (lo cual no era mentira, pues todavía pienso de esa forma)
Ella, asombrada, me contestó:
-Es increible! Casi tenemos los mismos gustos literarios. Yo soy admiradora de los dos también, y dicen que a Buesa le pusieron "José" por el Apóstol. Me encantan los versos de Buesa, porque dicen tanta verdad!.Le respondí:
-Yo me sé dos poemas de Buesa...Susana me interrumpió diciendo:
-Te sabes el Poema del Renunciamiento?
-Sí, respondí, quieres que te lo recite?
Estábamos sólos, en un banco del patio de la escuela, y comencé a declamar el bello poema, en voz baja, haciendo énfasis en la estrofa sublime: "y jamás lo sabrás"...
Cuando llegué al final, final triste y dije:
"Te diré sonriente: "No es nada...ha sido el viento"
Me enjugaré una lagrima...y jamás lo sabrás!
Me percaté entonces, que brillantes lágrimas corrían por las tersas mejillas de mi amiga, y que su pecho, se estremecía...
Y le pregunté:
-Te sientes bien? y entre sollozos entrecortados, me dijo que sí, y que la disculpara, que tenía que irse. Y así lo hizo, casi corriendo, con su larga cabellera batida por el viento.
Luego de ese día, no volví a ver a Susana.Fui a su aula, a preguntar por ella, y me dijeron que estaba enferma, en su casa, con un pase especial.
Un mes después de los hechos narrados, me encontré a Susana, en Coppelia. Estaba radiante, más bella que nunca. Al verme, corrió hacia mí, y me abrazó, plantándome un beso en la mejilla, y saturándome de su maravilloso olor.
-Hola Raúl, que gusto en verte! me dijo con su cantarina y dulce voz...
-Y tú, Susana, cómo has estado?
-Ya bien, tuve una indisposición pasajera, pero ya estoy bien...el lunes regreso a la escuela, pero discúlpame, pues estoy esperando a alguien...
-No hay problema, ya yo me iba. Cuídate Susana! Hasta luego! Y me fui.
Pero Susana no regreso ese lunes a la escuela, ni el otro, ni el otro...Se había ido con un hombre, que luego supo que era casado, y como consecuencia del abandono por parte del engañador, cayó en un estado de melancolía, que tuvo que ser tratado por los médicos y no pudo terminar el pre-universitario. Sentí mucha tristeza por ella, tan inteligente y tan bella!
En el año 1987, fui a la Habana, a defender los derechos de los pescadores deportivos de Mayarí, y en el Inder Nacional me encontré con mi amiga Susana.Así de pequeño es el mundo! Un poco más gruesa, pero aún manteniéndo la esbeltez de cuando éramos tan jóvenes! Y bien casada, con tres hijos. Cuando confrontamos nuestras vidas, me dijo:
-Sabes, tú fuiste el único amigo  que yo tuve en aquellos hermosos años, y aunque estás más delgado, te ves bien.
Susana, terminó el pre-universitario dos años después, me contó y estudió bioquímica en la Universidad de la Habana, graduándose con título de oro en 1978, el mismo año, que por coincidencia, me gradué yo en el Pedagógico de Holguín. Seguía siendo fan de José Angel Buesa, del cual tenía un viejo libro de poemas en la cartera (me lo mostró).
-Todavía te sabes poemas de Buesa? Me preguntó sonriente, mostrando sus blancos y parejos dientes...
-Sí, amiga mía, todavía mi corazón siente la poesía!
En ese momento, llegó un Lada, del cual se bajó un señor de unos 50 años, el cual ayudó a bajar a un niño de tres años, más o menos y ambos caminaron hacia nosotros. Y Susana me dijo:
-Mira Raúl, él es Ernesto, mi esposo, y el niño es nuestro hijo menor, Paul.
-Mucho gusto, Ernesto, tiene ud. una gran mujer como esposa. Hola Paul.
Seguidamente nos despedimos, y no pude menos que reflexionar:
La amistad es un tesoro, que es conveniente cuidar.Cuando iba en el Hino, hacia Mayarí, mi pensamiento voló hacia aquella época dorada, época dura, con poca comida, apagones, poca ropa, miedos, incertidumbres...pero, la juventud, sigue siendo la época dorada, la época de cuando éramos tan jóvenes!

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