domingo, 29 de abril de 2018

Mis Pesquerías en Preston. Primera Parte. Una aventura increíble con un final milagroso.

                         Una aventura increíble con un final Milagroso. Primera parte.
Me levanté esa madrugada de sábado de 1993 a las 2 AM, y rápidamente colé café, preparé una botella de agua con azúcar parda, cogí un pedazo de pan, lo envolví en una hoja de libreta y lo introduje en un "nylon" para protegerlo. Luego organicé los cordeles, y los puse en la caja que tenía para trasladarlos, junto con los pocos anzuelos que tenía de repuesto y otros avíos y utensilios necesarios, tanto para la pesca, como para el motor del bote, como bujías yugoeslavas, tan viejas, que era un verdadero milagro que aún funcionaran. A todo lo cual agregué un cuchillo grande que había hecho con un pedazo de un machete que se me había partido y que tenía un buen acero y un filo cortante, amén de un "tolete" de júcaro para atontar y matar a las presas, y un bichero, por si la buena fortuna me permitía atrapar un pez grande, poder ayudarme a subirlo a la embarcación. Todo lo anterior, más el ancla y la atarralla, lo acomodé en una carretilla que había construído con desechos de tablas de mi casa y dos ruedas de los pequeños triciclos de cuando mis hijos eran pequeños, junto con un galón de gasolina que había comprado en el mercado negro. Luego de revisar cuidadosamente mis enseres, enfilé hacia los muros a buen paso. Cuando llegué, me fijé que la marea estaba llenando, y que tenía suficiente agua como para poder traer el bote hasta los Muros, lo cual haría más fácil el embarque. Sin pensarlo dos veces, me quité el pantalón, y solamente con la trusa, me tiré al agua, que a pesar de estar en julio, estaba ligeramente fría, y comencé a caminar llevando un remo para tantear el fondo, pues no descartaba que hubiera una levisa ( manta raya ), animal muy peligroso por el poderoso "aguijón"de marfil con el cual ataca, y yo había presenciado uno de esos accidentes... Ya en el bote, lo desamarré y lo conduje hacia donde estaban mis cosas, las cuales trasladé a bordo en un santiamén. Puse los remos y comencé a remar alejándome de los muros, y cuando estaba a la altura de la punta del Cayito, dejé de remar y encaramándome en la popa del bote, me puse a observar el mar a mi alrededor para ver si veía sardinas con la ardentía, pues la madrugada estaba muy oscura, y me percaté que había muchas "líneas" blancas que se desplazaban a gran velocidad en todas direcciones, por lo que preparé la atarralla, e hice el primer lanzamiento, con el cual tuve la suerte de coger bastantes sardinas y varias "mojarritas". Luego de varios "atarrallasos" casi en blanco, determiné arrancar el motor ( una planta UD-2 rusa de dos cilindros de la cual no tenía papeles ). Al cuarto o quinto "crancazo", arrancó, y me dirigí hacia Boca Ciega, que es una de las desembocaduras del Río Mayarí, y pude ver que habían varias embarcaciones, unas fondeadas, y otra con pescadores que, al igual que yo, estaban tratando de coger sardinas, que es la carnada por excelencia. Apagué el motor y puse los remos, dirigiéndome hacia los mangles de la izquierda, poniendo el bote al pairo, comencé la agotadora tarea de lanzar la atarralla una y otra vez, con la suerte que en pocos lances, pude completar mi meta: Media caja de sardinas que eran más que suficientes. También capturé 15 camarones de regular tamaño y dos lisetas. Secándome con una camisa vieja que llevaba al efecto, me puse el pantalón y la camisa, y fondeando el bote, empecé a preparar carnada bajo la luz de una caneca, y cuando consideré que tenía suficiente, arranqué el motor y enfilé para un "pesquero" llamado "El Hondón" por su gran profundidad, del cual yo tenía la "marca" de noche y de día...continuará....

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