viernes, 10 de marzo de 2017

Una breve historia de una chica de Preston

                                 Los que leyeron "Relatos de un Inmigrante" quizás me recuerden. Soy Manolo, Manuel Enríquez.  Durante todos los años que viví en Cuba siempre tuve la costumbre de escribir las cosas más notables que me sucedieron o que me contaron, y de esa forma llené decenas de libretas escolares con mi letra apretada y llena de rasgos. La que les voy a contar ahora es la historia de una joven de Preston que ella me contó allá por el año 1965, cuando ya estaba instalado el régimen comunista que tanto daño le ha hecho al pueblo cubano, y que por cuya causa, me despedí para siempre de Cuba dos años más tarde.

                            A pesar de que he vivido mucho, y por lo tanto he visto mucho también, siempre recordaré a Marina, joven mujer que vi nacer y crecer en Preston hasta que se fue para la Habana en 1948 con su familia, porque su madre había heredado una pequeña casa en la Capital, y la familia no desaprovechó la oportunidad de "mejorar" que la vida les ofrecía. Marina tenía por esa época 18 años y era de una exhuberante belleza; alta, esbelta, con una pelo negro como el azabache que caía sobre sus bien torneados hombros, y remataba un cuerpo escultural. Y por supuesto, enseguida tuvo pretendientes y unos años después, se casó con un joven de la llamada "higth Life" de la Habana. Era la Habana de "ñico" Saquito, de Hemingway y del "Benny", con una gran vida nocturna, en la que había de "todo". Era la Habana que fue sacudida por una dictadura, que engendró otra dictadura. Era la Habana de los grandes contrastes, de los "convertibles" y los "llega y pon". En esa Habana de Cielo e infierno, vivió la heroína de esta breve historia ( no sé qué habrá sido de ella...a lo mejor está en los Estados Unidos o aquí mismo, en España, vaya Ud a saber..). Esto fue lo que me contó Marina:

                          Marina

                         Recuerdo cuando era novia de mi marido. No, perdón Manolo, todavía no era novia, pero él venía a buscarme para ir al cine o a salir a pasear y llegó un día y me invitó a su casa, para que conociera a sus padres. Era Nochebuena y él vino a buscarme ya tarde, como a las ocho, cuando ya yo creía que no vendría, y todo el mundo del edificio de enfrente salió al balcón a vernos, pero mi madre no salió al portal porque sabía que estaban mirando y ella estaba muy orgullosa de mí, porque mi novio era de "dinero" y venía a buscarme en un convertible para llevarme a cenar a su casa, y me dijo:
                       -  Niña, todo el barrio lo ha visto bien. Ahora tiene que casarse contigo. No nos hagas quedar mal.
                        Y recuerdo cómo me fui disgustada con mi madre. Era la noche de Nochebuena pero hacía mucho calor y yo iba muy preocupada, porque había cogido el único vestido presentable que tenía, que era uno de muy veraniego y para hacer "ver" que era por eso que me lo ponía, tan pronto como llegué a la "máquina*" le dije a mi novio:
                      - Frank, qué calor!    y él me respondió:
                      - Sí, tremendo. Quieres que baje la capota? Y le dije que no. El era así, muy considerado y muy educado y gentil.
                       Cuando llegamos a su casa, me sentí muy bien, porque todos estaban vestidos informales, aunque la casa quedaba en el "Country" y su padre estaba encantado conmigo y hasta me dijo que quería enseñrme a jugar al golf al otro día y decidimos comer en el jardín, aunque tomaríamos el aperitivo dentro de la casa. Me sentía muy bien allí con Frank y su hermano que estudiaba medicina y la madre que era una mujer muy joven y bella, algo así como una Mirna Loy cubana, muy distinguida y el padre de Frank que era alto y bien parecido y que no dejó de mirarme toda la noche. Yo había bebido un poco y estábamos en la sala, conversando, esperando a que el pavo quedara bien dorado y el padre de Frank me invitó a dar un viaje a la cocina. Recuerdo que me sentí mareada y que el padre de Frank me apretaba mucho el brazo hasta la cocina y como la casa estaba a media luz por el árbol de nevidad, me molestó mucho la luz tan clara, casi blanca, de la cocina. Fui y miré el pavo y entonces vi a la muchacha que nos había servido los tragos y que ayudaba al cocinero ( porque ellos eran muy ricos tenían un cocinero y no una cocinera ) y entonces fue que me percaté que la muchacha no era vieja y recordé que la madre de Frank me había dicho algo como que no tenía experiencia y cuando la vi a la luz de la cocina, cómo iba de la mesa con las ensaladas, al lavadero y al refrigerador y no miraba para donde estábamos nosotros NUNCA y fue entonces cuando me pareció que su cara me era conocida y vi que no era vieja y fue entonces que vi que era una muchacha que había sido compañera mía en la escuela cuando vivíamos en Preston, y que ella y su familia vivían en Broklyn cuando yo vivía casi en Bombosabana, y que hacía como diez años, desde que vinimos mi familia y yo para la Habana que no la veía. Estaba tan vieja Manolo, tan acabada y tenía mi edad, mi misma edad y había jugado conmigo cuando éramos niñas y éramos muy amigas y las dos estábamos enamoradas de Jorge Negrete, el cantante mexicano que veíamos en las noches "mexicanas" ( martes y jueves ) del cine de Preston, y nos sentábamos en la acera de mi casa por las noches y hacíamos planes para cuando fuéramos mayores...Y a mí Manolo, me dio una pena terrible saludarla y reconocerla, porque ella se iba a sentir muy mal, tanta, que salí de la cocina. Luego, otra vez en la sala, por poco voy a la cocina y la saludo, porque pensé Manolo, que en realidad no la había saludado porque tenía miedo, tuve miedo que la familia de Frank supiera que yo era del campo y había sido tan pobre como ella. Por eso no fui. 
                       La comida se demoraba, yo no sé; algo pasaba con el pavo y seguíamos tomando y entonces, el hermano de Frank  quiso enseñarme toda la casa y me llevó primero a ver el cuarto de Frank, y luego fui al cuarto del hermano, y no sé por qué me senté en la cama, grande y cómoda y quise acostarme, pero no lo hice y el hermano de Frank se acercó a mí y me besó suavemente en los labios, una, dos tres veces y yo me aparté y le dije que parara, y no sé cómo salí de ese cuarto ni cómo bajé las escaleras ni cómo me senté en la mesa del patio a comer. Sólo recuerdo, Manolo, las veces que el hermano de Frank me besó y que yo le devolví los besos. El mantel de la mesa del patio era muy fino, de hilo y me sirvieron a mí primero y yo miraba las lascas de pavo, muy cocinadas, en su salsa marrón, pero yo sólo crucé los cubiertos sobre el plato, bajé las manos y me puse a llorar...Y luego pensé que le había echado a perder la Nochebuena a aquellas personas que habían sido tan gentiles conmigo y regresé a mi casa, atormentada y triste, y entré tan sigilosamente, que ni mi madre me sintió llegar...

                   Y esa fue la historia que me contó Marina, pero no me la contó completa, y yo no le dije que la conocía TODA. Marina no se casó con Frank, sino con su hermano. Ella después de aquella noche continuó viéndose con Roberto, que así se llamaba el hermano de Frank, y comenzó a acostarse con él y un día salió embarazada, y se lo contó a Roberto y él decidió casarse con ella. Pero en la noche de bodas, fueron  a pasar la Luna de miel en Varadero, y esa misma noche Roberto salió sólo para buscarle un bocadito a Marina, y no regresó, porque tuvo un tremendo accidente a la entrada de la Habana, y luego de estar tres días en coma, falleció. Y la familia NUNCA le perdonó a Marina lo que había hecho, y estuvieron frío con ella, a pesar de que la ayudaron cuando nació la niña, y que luego, dos años después, le quitaron a su hija y se la llevaron para Nueva York, alegando que Marina llevaba una "vida inmoral", de "artista", pues Marina se convirtió en una reconocida cantante de la "vida nocturna" de la Habana...Y Marina NUNCA más volvió a ver a su hija...Qué cómo yo sé todo esto? Porque aquella muchacha que vio Marina de criada en la casa donde pasó la Nochebuena que se llama Berta es la hermana de la esposa de un sobrino mío: y esa humilde joven, fue ayudada por una familia rica de la Habana, y estudió magisterio, graduándose de maestra y ahora ejerce en Mayarí. Berta y Marina se volvieron a encontrar, y renaudaron la amistad de la niñez, y Marina le contó todo a Berta, buscando su apoyo ante las duras pruebas por las que estaba pasando. Amigos míos la vida es dura para el que no tiene medios para enfrentarla, y más en aquela época. Por eso yo no juzgo a nadie, pues ha habido y habrá muchas "Marinas" que tratan de huir de la realidad asfixiante de un pequeño pueblo, para arriesgarse a probar fortuna en grandes ciudades, y afrontar con valor un destino incierto, porque al fin y al cabo, todos vamos a morir y hay que aprovechar mientras se tenga vida. La Habana siempre ha sido, más allá de sus luces y sus sombras, una ciudad dura. Un día, cuando yo no esté, alguien publicará todas estas historias que duermen el sueño de lo eterno, en las libretas escolares que guardo conmigo. Hasta ese entonces, me despido...



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