lunes, 21 de agosto de 2017

Mi último viaje de pesca y las Cuberetas


                            En los últimos 20 días he capturado 13 Cuberetas en dos lugares diferentes de Miami: Key Biscayne y Hammock Park por lo que he vuelto a desgustar la que para mí es la mejor carne del mar.
                          En aquellos lejanos días de mi infancia en Preston, se podían "coger" pequeñas cuberetas en todos los "muros" de Preston, y las que pescaba, mi madre QEPD, las freía para todos. Luego a medida que se contaminaban las costas, había que ir a buscarlas a los esteros que rodean al río Mayarí y en un lugar "misterioso" que los viejos pescadores llamaban "La Piedra del Río", que se encuentra a las afueras del río, a un costado de su desembocadura principal, y del que luego descubrí que era un estrecho conglomerado de rocas rodeadas de algas que se encontraba en el lecho marino, y al cual acudían las cuberetas en busca de pequeños camarones y pecesillos.
                         La cubereta es un pez que vale la pena no sólo comer por su excelente carne, sino también por sus hábitos de vida. Los padres ponen los huevos en el manglar, y cuando eclosionan, las pequeñas cuberetas se mantendrán a la sombra de los mangles casi toda su vida, eralizando "excursiones" a los arrecifes coralinos con vegetación de algas que queden cerca del manglar. Por esta característica en norteamérica llaman a la cubereta "Mangrove Snapper" que literalmente significa  "Pargo del mangle".
                       Cuando yo me hice de una pequeña "Chalana", busqué información para conocer el "pesquero"  de la Piedra del río, y luego de innumerables fracasos, conseguí pescar en él muchas cuberetas. Yo salía de mi casa a las 6 pm y comenzaba a atarrallar en Boca Ciega y otros lugares, hasta que conseguía tener suficientes camarones y sardinas para luego buscar en la oscuridad de la noche, los "puntos" , que no son más que las "coordenadas"del lugar, y luego de preparar los cordeles y sacarle el agua a la Chalana, comenzaba a pescar sobre las 12 am. Una buena madrugada me prorcionaba 6 u 8 cuberetas todas entre libra y media y dos libras, aunque una vez cogí una que tenía más de cinco. Cuánto recuerdo yo esas pescas!
                       La última vez que yo pesqué desde un bote ocurrió precisamente en ese lugar, La Piedra del río. Ese día la madrugada había sido mala, porque a pesar de que la mar estaba en calma, y que tenía suficiente carnada, no había pescado NADA. Yo había salido de casa con un pomito de benadrilina lleno de café, un pan minúsculo y una botella de agua con azúcar parda el día anterior sobre las 6 y media, imagínense cómo me encontraba a las cinco de la mañana...del otro día. Casi al clarear, con el sol asomando tímidamente su presencia, sentí correr el carretel del cordel más fuerte que tenía, en cuyo anzuelo había colocado una mojarra hacía más o menos media hora, y comenzó una batalla dura entre el gran pez que sin duda tiraba del cordel, y yo, y que duró casi una hora. Cuando el pez, que era una jiguagua enorme de más de 20 libras vio el bote viró hacia atrás tirando fuertemente, tan fuerte, que el nylon me cortó la mano derecha...Pero a pesar de eso, yo no lo solté y continué recogiendo con fuerza, pues me había dado cuenta que el animal se había tragado completamente el anzuelo...Luego de mucho trabajo y casi sin fuerzas, logré embarcar el gran pez, que al igual que yo, ya no podía más. Recogí los cordeles, puse los remos comenzando a remar lentamente hacia Preston. No había pasado mucho tiempo, cuando sentí que el mundo me daba vueltas, y vi como una "llamarada" y a renglón seguido, me derrumbé sobre el piso de la chalana...Al cabo de no sé cuánto tiempo, el agua fría del fondo me reanimó un poco, y pude estirar el brazo derecho hasta alcanzar el pomo plástico donde quedaba un "buche" de agua con azúcar, el cual ingerí rápidamente, quedándome quieto mirando el cielo azul que pasaba imponente sobre mi cabeza. Gracias a Dios que la marea estaba llenando, y que llevaba a la pequeña chalana hacia los muros de Preston. Con el paso del tiempo, logré incorporarme, y sosteniendo los remos, continúe remando de pie suavemente, hasta que por fin, llegué a los muros. Era una mañana de octubre de 1994, con sus enormes mareas altas, por lo que cuando me tiré de la chalana, me hundí, agradeciendo el frío del agua. Llevé la chalana hasta una escalera, y un señor que no recuerdo quién era, me ayudó a subir, diciéndome que estaba muy pálido...Luego que me repuse un poco, saqué los cordeles y la gran jiguagua, que fue el último pez que capturé en Cuba.
                    Esa misma noche, vendí la chalana, comprendiendo que, después de aquel  episodio de la hipoglisemia, yo no podía aventurarme más en el mar...Ya pueden imaginarse cómo me sentí en aquel momento... 

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